La doble moral de la Iglesia en México es un retrato de nuestras frágiles convicciones como sociedad. Amaro llega siendo uno y termina en el mismo lugar, pero siendo otro.
Todo en esta película es lo que debería ser. Es emocionante pensar en la calidad cinematográfica a la que se llegó en México en los noventa y la primera década de los dos mil. No hay escenas de más, los diálogos son precisos, atinados. Vicente Leñero escribió una película perfecta, con muchas subtramas que, lamentablemente, son más actuales que nunca 18 años después; la violencia de género, el narco, la Iglesia como opresor social, las guerrillas, el abandono del campo, entre muchas otras.
En este largometraje hay dos problemas principales: el narcotráfico y la Iglesia. Uno está aliado con el otro. El padre Amaro (García) no tarda en aprender las mañas de Los Reyes, el pueblo al que llega. Es muy interesante comparar la visión que hay de la provincia o “pueblo” mexicano entre “Sueño en otro idioma” (2017) y “El crímen del Padre Amaro” (2002); en el primero, es un lugar muy allegado a la realidad de nuestro país. Sin embargo, las interpretaciones y la lógica de la sociedad es completamente falsa e irreal. En la visión de Carrera hay un pueblo mediano. No es un lugar segregado de la sierra, pero la interacción entre personajes, así como el universo de Los Reyes, se siente mexicano. Se siente sincero. La relación entre Amaro y Amelia (Talancón) es genial; algo que empieza o se disfraza de amor y de sentimientos puros, termina enseñando su verdadera faceta: el amor carnal. Uno de los mayores logros de la dirección es que no hay un juicio de valor. A pesar de la fuerte crítica a la religión, el largometraje se siente como una mirada sincera a un sistema social podrido.
El crímen del Padre Amaro trasciende al simple hecho de no respetar sus votos. Trasciende a las mentiras que engendra para mantener su relación con Amelia. Va más allá de los crímenes que comete. El padre Amaro es la lucha humana entre la bondad y la maldad. Entre el mantenerse o quebrarse.
El dominio de la técnica de Carlos Carrera es admirable; los movimientos de cámara, las conversaciones, la dirección de actores. Básicamente, todo es perfecto ahí. La fotografía de Granillo es también muy destacable, grabar en 35 mm (celuloide) siempre deja un sentimiento de temporalidad, de algo viejo o pasado. Aquí es todo lo contrario.
Las actuaciones de Gael y Ana Claudia son excepcionales y también hay que recalcar que el elenco de la película es increíble; Damián Alcázar muestra siempre su naturaleza izquierdista. Armendáriz Jr. es un genio. Angélica Aragón y Luisa Huertas son dos personajes secundarios que, justamente, alimentan la idea de que la maldad trasciende a la Iglesia; se encuentra en el núcleo del ser humano.
¿Dónde la vi? ¡Netflix! ¡Aprovechen!