Tuve la oportunidad de viajar a Japón en 2019. Lo que encontré fue un país que contrasta de una manera muy particular con México; el país del sol naciente es uno que ha encontrado su manera hacia el primer mundo. Y más que llamarlo así, es una nación que ha llegado a brindar la igualdad de oportunidades a todos; sus calles son angostas, por lo tanto sus coches también. Su gente vive en lugares apretados, pero gozan de todas las libertades y diversiones fuera del hogar. No pasas, entre ciudad y ciudad, más de tres kilómetros sin poblados/comunidades; este país tiene 126 millones de habitantes. En verano todo está lleno de turistas que en su mayoría son chinos, coreanos, tailandeses y japoneses… y uno que otro que se asoma desde Europa o América. Hay paz. Hay prosperidad.
Lo que mejor representa este lugar son los ensayos documentales de Kazuhiro Soda. Su visión de Japón es una completa, sin tapujos ni eufemismos. La felicidad y amabilidad de parte de todos hacia todos (a pesar de no sentirse un país del todo turístico) existen de manera libre y fácil en el archipiélago. El sentido de comunidad se respira.
Empezamos nuestro viaje en el sur del país, en Hiroshima, y terminamos en Tokio, el gran monstruo futurista de la modernidad —que ha dejado en sus afueras lo que podría ser una réplica de Kioto— y del “occidentalismo asiático” por así llamarlo a falta de un mejor término.
Como decía al principio, los contrastes con México son grandes, no es coherente comparar, pero lo que sí, es que debemos empezar a actuar y pensar en maneras diferentes de vivir; darle la vuelta a un sistema que es voraz y que no perdona a nadie en su implacable andar.
MTP, 2020
© 2020 Mauricio Tinoco Pérez
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